Nº 1617– 28 de Junio de 2015
Cuando nuestras intenciones son sinceras, pero las cosas se ponen feas, podemos fácilmente perder el control de la situación. Son momentos en que necesitamos mantenernos firmes y tranquilos para no perder nuestra “silla”.
Podemos reaccionar a la irritación dejándonos conducir por la ira, o bien conectar el “piloto automático”. Lo segundo es y será siempre lo más aconsejable que podemos hacer para no caernos de la “silla”.
También precisaremos en esos momentos contactar con la carga de compasión que habite en nuestro corazón, para de ese modo contemplar los obstáculos como “maestros”.
Antes de que lleguemos a estar a punto de explotar –esperar demasiado puede ser fatal- recordemos que estamos siendo retados a perder la tranquilidad y la calma para perder la “silla”.
Conviene también recurrir a la práctica ancestral de Oriente, por la que los sabios antiguos recomendaban para esos momentos considerar como un sueño lo que nos está aconteciendo, y contemplar las circunstancias sabiendo que éstas no suele ser posible cambiarlas, mientras que lo importante es que cambiemos nosotros nuestras actitudes.
Algo importante también es saber que los acontecimientos pasan, y pasan siempre, tanto los positivos como los no tan positivos, e incluso los negativos. No hay nada que no pase, y el agua nunca vuelve a discurrir por el mismo sitio. De ese modo podemos salir al paso de los temores y no permitir que éstos se conviertan en pánico.
Cuando nos hallemos atrapados por la agresión, recordemos que no tenemos que devolver los golpes, ni tampoco reprimir nuestros sentimientos. No nos convienen ni el resentimiento ni la vergüenza.
Lo que sí es importante, verdaderamente importante, es que cuestionemos nuestras asunciones: ¿Será mejor mantenernos despiertos o dormir? ¿Será mejor soñar o despertar?
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.