Nº 1616– 21 de Junio de 2015
El arma más poderosa contra toda clase de errores es la razón.
Los humanos no podemos inventar nuestros principios, sólo podemos hallarlos.
La costumbre de no ver la maldad de una cosa puede darle la apariencia superficial de ser algo bueno.
De ahí que varios déspotas en la historia hayan afirmado que una mentira repetida insistentemente puede llegar a convertirse en una verdad para las masas.
Un ejército de principios puede penetrar donde jamás podría un ejército de soldados.
La inmensa mayoría de los seres humanos somos víctimas del sistema impuesto, aunque algunos tengamos ingresos para formar parte de las capas sociales alienadas por y para el consumo.
Los títulos nobiliarios no son nada más que apodos y motes; por eso Jesús de Nazaret sólo se llamó a sí mismo “Hijo del Hombre”, hebraísmo arcaico que significa sencillamente “hombre”, es decir, “ser humano”.
Gran descubrimiento será siempre descubrirnos humanos sin más apellidos, sin motes ni apodos.
En India se cuenta de una mujer que era perseguida por varios tigres que se le acercaban peligrosamente. Su camino estaba cortado por un precipicio.
Optó por descender aferrándose a las ramas de los arbustos que descendían hasta el valle. Pero al mirar hacia abajo vio que en el fondo también había tigres que esperaban su caída.
Entonces la mujer reparó en una flor que nacía en una grieta de la pared, y se quedó extasiada contemplando su belleza.
El resentimiento, la amargura, la queja constante nos impiden disfrutar de la belleza. El Santo Espíritu de Dios tiene un colirio que aclara nuestra visión. Y además es gratis.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.