Nº 1615– 14 de Junio de 2015
El hombre que respira hondo ama su alma, pero el que se arrastra por el suelo ama
sus propiedades.
La propiedad privada siempre priva a alguien de su beneficio. Por eso es que todas
las guerras son luchas entre ladrones demasiado cobardes para luchar entre
ellos, y por eso inducen a los hombres jóvenes a hacerlo en su lugar.
El éxito es fácil de obtener cuando se carece de escrúpulos; lo difícil es merecerlo.
Todo el mundo pensaba que aquello era imposible, pero llegó uno que no lo sabía
y lo hizo.
La libertad no puede ser un poco de libertad, porque un poco de libertad no es
libertad.
Toda institución religiosa que esclaviza o aterroriza es una secta perniciosa.
La creencia en un dios cruel vuelve crueles a los hombres. La historia lo demuestra.
Cuando hagamos planes para alcanzar prosperidad, acordémonos de que la virtud
no es hereditaria.
Es una inmensa afrenta tratar la falsedad con complacencia. Y lo peor es que nos
están acostumbrando a semejante práctica.
Por eso es que la fuerza y el poder del despotismo consisten plenamente en el
miedo a la resistencia de la razón.
Quienes esperan segar los frutos de la libertad deben estar dispuestos a sufrir la
fatiga de sostener la libertad.
Cuando el hombre renuncia a su privilegio de pensar, el último rayo de libertad se
oculta tras el horizonte.
No nos debemos olvidar jamás de que Jesús nos ha dicho que conoceremos la verdad
y la verdad nos hará libres.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.