Nº 1608– 26 de Abril de 2015
Mantener siempre un corazón alegre puede sonarnos a slogan irrealizable, a aspiración imposible.
Alguien me dijo en cierta ocasión que “siempre” es mucho tiempo.
Pero lo cierto es que cuando permitimos que el Santo Espíritu de Dios desbloquee nuestros corazones, constatamos que sí es posible mantener un corazón alegre, y que “siempre” no es mucho tiempo, sino que puede ser algo cotidiano.
Bajo esa luz verdadera que alumbra a todo hombre, comprobamos que cada momento de nuestra vida contiene en sí la apertura libre por la que fluye el caudal del río de Dios, la corriente que trae consigo el gozo indescriptible de sabernos hijos e hijas del Dios Altísimo.
Ahora bien, precisamos reconocer que esa luz también necesita ser cultivada, por cuanto se nos da en forma de simiente que ha de ser sembrada en una tierra despedregada, libre de insatisfacción y constante queja.
No podemos esperar que broten y crezcan las flores si nos empeñamos en cubrir el jardín con cemento.
Necesitamos descubrir lo milagroso del momento presente, la realidad de vivir en un mundo sagrado en el que constantemente están produciéndose auténticos milagros que nos pasan inadvertidos.
Ahí radica la fuente del gozo indescriptible de movernos en el universo de Dios, donde todo es maravillosamente milagroso.
Con suavidad y ternura, con precisión y gentileza, el Santo Espíritu de Dios obra en nuestros corazones para que nos percatemos de esa realidad que nos rodea, y que precisamente por su proximidad no somos capaces de vislumbrar.
Mantener nuestro corazón alegre es uno de los magníficos oficios del Santo Espíritu del Altísimo.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.