Nº 1606– 12 de Abril de 2015

Publicado por CC Eben-Ezer en

Cuando leemos las etiquetas de los productos alimenticios y sus fórmulas cualitativas, entre tantos colorantes y conservantes en clave, comprendemos que nos están dando venenos a comer.

A esto hemos de añadir el aire contaminado que respiramos cada día, el agua saturada de cloro que nos dan a beber, y mil y una cosas más que nos van matando lentamente.

Pero los venenos más nocivos y peligrosos para nuestra salud no son físicos, si bien lo son sus consecuencias contaminantes: Se trata de los venenos de las pasiones desordenadas, la agresividad, la represión, la ignorancia, los celos, las iras, los pleitos, las contiendas, las envidias, el orgullo, la soberbia y el desamor.

Otro elemento venenoso es el miedo. No podemos estar en escena en el momento que nos corresponde vivir, y al mismo tiempo saltarnos la línea. La representación no puede correr hacia delante ni tampoco hacia atrás. Y, por consiguiente, no podemos huir del miedo, escapar a todo prisa, sino que hemos de enfrentarlo mirándolo fijamente a los ojos.

La mayoría de las veces vamos a descubrir que nuestros miedos son absolutamente infundados, y que incluso puede ser que muchas veces nuestro miedo sea el miedo al miedo.

Los problemas no se resuelven solos, y si se resuelven por sí mismos es que no son verdaderos problemas. La liberación de los venenos de la agresividad, los orgullos y la ignorancia se llevará tras de sí toda esa corriente de temores que tanto nos pueden hacer sufrir.

Fiándonos de Jesucristo con todo nuestro corazón vamos a experimentar la liberación transformadora que nos permitirá vivir la escena que nos corresponde, el momento de nuestra vida con su línea del guión que se nos ofrece para que podamos modificarlo sin escapar, sin huir, sin correr hacia ninguna parte.

¡Empecemos ya! Mucho amor.

Joaquín Yebra,  pastor.

 

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