Nº 1604– 29 de Marzo de 2015

Publicado por CC Eben-Ezer en

Rechazar las aversiones que endurecen el corazón y acrecientan la negatividad en nuestras actitudes, es fuente de salud y terapia divina. De lo contrario, nuestra alma irá saturándose de negatividad y confusión aberrantes.

El rechazo de las aberraciones que hemos heredado y nosotros mismos nos hemos impuesto es imprescindible si verdaderamente anhelamos descubrir que todos participamos de las mismas esperanzas y sufrimos los mismos temores.

De lo contrario no vamos a poder asumir que todos estamos a borde la misma embarcación. Vamos a cometer el craso error de creer que somos náufragos en un bote aislado en medio de un mar en calma chicha.

Es fácil en medio de nuestro mundo experimentar endurecimiento del corazón, pérdida de visión, dureza de oído, y toda la cohorte de insensibilizaciones que producen tantos actos y situaciones que despiertan en nosotros indignación y resentimiento.

Pero si somos capaces de contactar con nuestra auténtica vulnerabilidad y la grandeza divina, entonces vamos a comprobar que emerge de nuestro corazón una perspectiva mucho mayor.

Tan pronto abrimos nuestra alma a la Persona del Espíritu Santo de Dios, todos los agentes represivos salen de nuestro interior como ladrones descubiertos infragantes, que escapan avergonzados de nuestra casa.

Igualmente, vamos a comprobar que también huyen los miedos, muchos de los cuales son absolutamente infundados. Esto también precisa de nuestro cultivo para que el cereal divino proteja nuestro cuerpo frente a los ataques de los auténticos enemigos de nuestra vida.

Así podemos acercarnos a la comprensión de la enseñanza bíblica que nos asegura que “el corazón alegre constituye un buen remedio (el hebreo original dice “una buena medicina”), pero el espíritu triste seca los huesos”).

Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

 

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