Nº 1594– 18 de Enero de 2015

Publicado por CC Eben-Ezer en

Todo el mal del mundo radica en apartarse de la Santa Ley de Dios nuestro Señor.

El resultado de abandonar la Ley de Dios por la gracia barata de creer sin obedecer está siendo la ruina de un amplio sector de la Iglesia de Cristo en nuestros días.

Millones viven creyendo que la Gracia del Señor nos ha alcanzado para eximirnos de andar en los Mandamientos de Dios, sin saber que la Gracia nos ha sido dada precisamente para que podamos caminar por la senda de la justicia divina.

Por eso es que quien ha nacido verdaderamente de nuevo, de lo alto, de simiente incorruptible, del Espíritu Santo, contempla ahora los Mandamientos de Dios que eran para él y para ella pesadísimas cargas, ahora, por la Gracia y la Misericordia Divinas, se han convertido en las delicias por las que anhela andar.

Nadie podrá justificarse por la Ley de Dios, pero en Cristo Jesús, y por su sacrificio en la Cruz del Calvario, somos hechos nuevas criaturas para andar por esa Ley perfecta que convierte el alma.

La Ley de Dios nos condena, por cuanto nos muestra la realidad de nuestro pecado, pero al mismo tiempo nos conduce a Jesucristo, en quien tenemos el perdón de los pecados y el don de la vida eterna.

Así es como vemos a Jesucristo como aquel cuya correa de sus sandalias no merecemos desatar.

Así es como entramos en una nueva manera de vivir, alejados de la forma vana en que se desarrolló nuestra existencia cuando vivíamos ajenos al amor de Dios en Jesucristo.

Con la mirada puesta en Cristo Jesús descubrimos que hemos sido creados por Dios para amar, y que por el amor creó Dios todo cuanto existe.

Mucho amor.

Joaquín Yebra,  pastor.

 

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