Nº 1.643 – 27 de Diciembre de 2015
Vuelve a acabársenos un año, uno más, y uno menos. Aquí no cabe decir aquello de “ni más, ni menos”.
Nuestro planeta nos enseña una gran lección al girar sobre sí mismo y también girar alrededor del Sol.
El giro diario es corto y rápido, apenas dura 24 horas, mientras que el gran giro en torno al Sol, en el centro del sistema planetario, dura casi 365 días.
Esto puede tener un sentido más allá de lo estrictamente relativo a la mecánica del universo.
Muchos lo han interpretado como iniciar un nuevo ciclo vital, un volver a empezar, un nuevo paquete de posibilidades y oportunidades para amar a nuestros hermanos los hombres…
El reinicio de nuestro compromiso con Dios y con los demás, en una revitalización de nuestra conciencia de responsabilidad y de sensibilización.
De ahí, del centro del corazón de Dios, se deriva el Amor Divino que todo lo abarca, sin que nada de la Creación quede fuera.
Un nuevo año es una nueva oportunidad de dar fruto, y fruto abundante, reconociendo a Jesucristo cada vez más íntimo y real en nuestras vidas.
Cuando sólo se trata de un nuevo calendario sobre la pared, es evidente que estamos miopes y apenas vemos.
La vitalidad, la fecundidad y la vida, desde el fundamento divino, nos llegan en el soporte del jardín del tiempo que se nos concede.
Y en él no faltarán oportunidades para que se den en nosotros el crecimiento, la emancipación y la trascendencia en los actos sencillos de la vida, sin esperar que llegue el momento de una gran acción.
¡Feliz Año Nuevo! Y mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.