Nº 1.642 – 20 de Diciembre de 2015
La relación con Dios nos pone en contacto con la fuente interior que hay en nosotros, donde radica esa luz verdadera que alumbra a todo hombre, donde reparamos en los demás, comenzando por los más necesitados, los que no cuentan para casi nadie.
La Navidad nos pone en contacto con los catálogos de los grandes almacenes, donde se venden las cosas que nos aseguran van a producirnos felicidad, pero creo que no seremos tan mentecatos como para creer semejante patraña. Basta con recordar que las cosas anteriores han terminado todas en el contenedor de la basura.
La relación con Dios nos regala el perdón de nuestros pecados y el don de la vida eterna, la plenitud de vida, la vida abundante.
La relación con el mundo no nos regala nada, pero tiene mucho para vendernos; cada día más.
La relación con Dios nos ayuda a desmitologizar el espiritualismo, para que venga a ser verdadera espiritualidad.
La relación con el mundo nos puede fácilmente inducir a confundir la iglesia con una multinacional exportadora de religión organizada.
La relación con Dios nos acerca a todos los hombres, como hermanos nuestros, a quienes no tenemos que pedir la documentación ni preguntar por su adscripción religiosa.
La relación con el mundo puede fácilmente hacernos confundir la comunión con el correligionarismo.
La relación con Dios humaniza; la relación con el mundo nos hace pasar por la vida al margen de “nos-otros”, e incluso de nosotros mismos.
La relación con Dios es la única fuerza que nos permitirá experimentar la liberación de los reinos del sistema que llamamos “mundo”.
¡Feliz Navidad y mucho amor! Joaquín Yebra, pastor.