Nº 1.639 – 29 de Noviembre de 2015
Seguimos considerando esta semana la liberación de apariencias que Dios nos regala en su Hijo Jesucristo. Esa fue experiencia de los primeros discípulos, quienes efectivamente, rompieron con la vida de apariencia heredada de sus antepasados.
El amor de Dios en Cristo Jesús les abrió, a ellos como a nosotros, nuevas posibilidades de vida que no acertamos ni siquiera imaginar cuando estamos sumidos en la vanidad del mundo que discurre de espaldas a Dios.
Las apariencias, como la idolatría, nacen en el corazón vacuo del hombre que ignora a Dios y su Santa Ley. De ahí que desde el momento en que le entregamos nuestro corazón al Señor, los viejos modelos de vida y conducta son transformados en una vida nueva en la esperanza mesiánica.
La experiencia salvífica con Dios nos libera de todos los miedos y preocupaciones que dimanan de las apariencias, de las imágenes irreales que estorban para que se produzca el encuentro del hombre con el Dios de amor y misericordia que ama nuestra realidad.
La experiencia de la cercanía amorosa de Dios nuestro Señor nos libera también de modelos inconscientes de vida, condicionados por la sociedad y los medios de nuestros días. Nuestra trayectoria vital cambia de rumbo cuando Jesús sale a nuestro encuentro y nos invita a seguirle.
Los dramas de personalidad, conductas estereotipadas que se reproducen y aumentan en un efecto multiplicador, se resuelven en la senda de Jesucristo, en la praxis del amor, del perdón, de la misericordia, del abandono del egoísmo.
Basta con mirar verdaderamente a Jesucristo, quien se entrega por nosotros en la Cruz del Calvario, ocupando nuestro lugar de juicio y castigo, es suficiente para asumir su llamada, responder con nuestro arrepentimiento, y emprender la nueva vida, dejando atrás el modelo viejo, caduco, que carece de futuro.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.