Nº 1.638 – 22 de Noviembre de 2015
En la Primera Epístola Universal del Apóstol Pedro 3:16 se nos dice que tengamos buena conciencia “para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.”
En el original griego de este versículo aparece la voz “anastrofe”, término que se queda un poco corto al verterlo por el castellano “conducta”, por cuanto su sentido es el de “cambio de vida” en Jesucristo, en contraste con la forma de vida heredada de nuestros antepasados:
1ª Pedro 1:18-21: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor a vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.”
Dios nos ha liberado en Cristo Jesús de nuestra vieja vida de apariencias, de insensatez y vacío existencial. Esa “vana manera de vivir” se califica como tal en el original griego con la voz “mataios”, cuyo significado literal es “insensato”, “fatuo”, “vano”. En definitiva, una vida irreal, de apariencias, objetivamente carente de sentido, rebosante de ilusiones ficticias.
La fe de Jesucristo nos libera de esas quimeras y espejismos que nos inducen a pensar que la felicidad es algo que podemos comprar, que se encuentra al otro lado de la luna del escaparate. Podríamos afirmar, pues, que la salvación que Dios nos regala en su Hijo Jesucristo es una salvación para la realidad, una liberación de la ignorancia más honda que se cultiva en el caldo del pecado. Por eso Jesús es presentado por el profeta Juan como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.