Nº 1.633 – 18 de Octubre de 2015

Publicado por CC Eben-Ezer en

El sufrimiento del cristiano como participación en los padecimientos de Jesucristo es algo poco considerado en la cristiandad evangélica de nuestros días. Estamos copados por el ruido ensordecedor que algunos llaman alabanza. También podríamos calificarlo en jerga castiza como “mucho ruido y pocas nueces”.

El presbiterio, es decir, el estrado en el que presidían los presbíteros o pastores a la congregación, hoy es un escenario en el que músicos, cantantes y bailarines evolucionan en forma teatral. En ese ambiente, como es de esperar, resulta difícil hablar del privilegio cristiano de participar de los padecimientos de Cristo Jesús nuestro Señor.

Sin embargo, las Sagradas Escrituras del Nuevo Testamento son muy claras al respecto: 1ª Pedro 4:12-14: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el Nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, Él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado.”

Creemos y confesamos que Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos (Hebreos 13:8), y por consiguiente creemos que nuestro Señor bendito puede sanar y obrar milagros hasta el día de hoy. Sin embargo, y porque también creemos y confesamos la soberanía divina, no podemos aprobar la corriente actual del escapismo de todos los dolores, sufrimientos y padecimientos mediante el ejercicio de la fe entendida como reivindicar, demandar y exigir a Dios que obre conforme a nuestros deseos, por lícitos que sean.

Quiera Dios hacer volver a la cordura y la fe obediente a su Iglesia en estos días en que pocos recuerdan y proclaman el privilegio de participar de los padecimientos del Señor, mientras un gran contingente del cristianismo organizado se centra en la huída del dolor y los padecimientos.

Mucho amor. Joaquín Yebra,  pastor.

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