Nº 1.632 – 11 de Octubre de 2015
Es imposible evitar que vengan sobre nosotros las tempestades y las olas, el desbordamiento de los ríos y las resultantes inundaciones. Esto forma parte de nuestra existencia humana. Pero no nos harán daño si hemos edificado nuestra casa sobre la Roca, que es Cristo nuestro Señor.
Ahora bien, no basta con edificar sobre la Roca, sino que esa construcción ha de ser de una estructura adecuada a los sólidos cimientos en los que se sustente. De poco servirá la Roca si los materiales que empleo en la edificación son madera, heno u hojarasca.
Quien edifica su casa sobre la arena, se hiere a sí mismo y además puede ser herido por las tempestades y las inundaciones exteriores con el derrumbamiento de su construcción.
Si nuestra casa se derrumba, eso significa que lo vivido hasta ese momento ya no se sostiene, que tenemos que levantar una nueva construcción sobre más sólido fundamento. Por eso es que quien vive inconsciente, el que no está en contacto con su propia vida interior, con su estructura, edificará sobre la arena, sin que importen los materiales que emplee, por sólidos que sean. Pero quien escoja la Roca para su construcción y emplee materiales inadecuados, sufrirá la misma pérdida.
El constructor de la casa sobre la arena es llamado en el Evangelio con la voz griega “moros”, que traducimos por “insensato” o “imprudente”, pero cuyo sentido es el “corto de mente”, “alguien que vive contra la naturaleza”.
Dios en su infinita misericordia quiere enseñarnos a vivir una vida que nos haga bien por estar en línea con su voluntad y con nuestro ser.
Escuchar las palabras de Jesús y ponerlas en práctica evitará el peligro de herirnos a nosotros mismos, y de herir a los demás.
Mucho amor.
Joaquín Yebra, pastor.