Nº 1.628 – 13 de Septiembre de 2015

Publicado por CC Eben-Ezer en

En el fondo de muchas depresiones se halla el fastidio hondo de no haber conseguido lo que nos dijeron que precisábamos para ser felices. Y lo peor es que nos lo creímos.

Millones de personas vagan por la vida entristecidos y frustrados por no haber logrado aquello que estaban convencidos que les haría felices.

Así se lo habían enseñado, y dicha lección les había atenazado fuertemente como una atadura insufrible. Habían luchado arduamente por alcanzar la felicidad aferrándose a dicho apego, y el resultado había sido desasosiego, frustración, tristeza y desdicha.

A casi nadie se le ha enseñado que para ser auténticamente feliz lo que precisamos es una cosa bien sencilla, y una sola, desprogramarse, es decir, liberarse de apegos y ataduras.

Pero resulta que las ataduras, después de haberlas sufrido durante mucho tiempo, nos resulta difícil, casi inimaginable vivir sin ellas. Y cuando intentamos desprendernos de las mismas, resulta muy doloroso. Han estado tanto tiempo pegadas a nuestra piel, que ahora, al tratar de arrancarlas, se llevan consigo piel y carne. Y eso duele.

¿Qué precisamos para acometer la labor de desprendernos de nuestra vieja programación que nos ha condicionado a veces durante casi toda la vida? Pues simplemente abrir los ojos y ver que no necesitamos eso a lo que estamos tan apegados, a lo que nos enseñaron que no podíamos renunciar si queríamos ser felices.

Un apego no es un hecho, sino una creencia, una quimera, una fantasía de nuestra mente, adquirida durante años de programación inducida por quienes sólo han pretendido y pretenden sacar provecho de nosotros, haciéndonos creer que esas cosas, personas o cachivaches nos eran imprescindibles.

Fija tus ojos en Cristo Jesús y déjate liberar de todas tus ataduras.

Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

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