Nº 1585– 16 de Noviembre de 2014
Simone Weil (1909-1943), filósofa francesa judía, afirmaba que “cuando el arte, la ciencia, la literatura y la filosofía son simples manifestaciones de la personalidad, están en el nivel donde pueden alcanzar brillantes conquistas gloriosas, de aquellas que pueden inmortalizar el nombre de una persona. Pero es más allá de ese nivel, mucho más allá, a un abismo de distancia, donde se logran las cosas más altas, más importantes, y son generalmente anónimas.”
Pero un hombre o una mujer con una idea nueva será un loco hasta que la idea triunfe, y pocos son quienes están dispuestos a ser tachados de locos.
La idea que no trata de convertirse en palabra es una mala idea; y la palabra que no trata de convertirse en acción es una mala palabra.
Sin propósito claro, nada se empieza; y sin esfuerzo perseverante, nada se completa.
Por eso existe una inmensa diferencia entre quienes esperan un milagro y quienes lo producen.
Dijo el poeta: “Dejé las penas atrás y me puse en pie en la cima de la montaña con un libro en una mano y una antorcha en la otra, y me envolvió el arco iris.”
Hemos de poner alguna distancia entre nosotros y quienes querrían apagar tus sueños porque no son capaces de asumir los suyos. Hemos de amarlos, pero no consentir que nos contagien.
Las huellas de los sueños no son menos reales que las de nuestras pisadas.
No vamos a sentir plenitud en nuestra vida hasta que la vinculemos a un claro objetivo, no a cosas que se deterioran con el paso del tiempo.
Bienaventurados son quienes nunca se desalientan, y que en el invierno del corazón esperan el regreso de las golondrinas.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.