Nº 1581– 19 de Octubre de 2014
La conferencia de aquel astrofísico de fama internacional sobre el fin del mundo había suscitado mucho interés. Una gran campaña de publicidad por todos los medios la había dado a conocer hasta el último rincón.
Fue necesario a los organizadores cambiar de recinto varias veces, en vista de que se agotaban las entradas y se superaba el aforo.
Cuando llegó el día anunciado, con horas de anticipación ya había una larga fila esperando el momento de acceder a la sala. Tal fue la concurrencia que resultó necesario que acudiesen fuerzas policiales para garantizar el orden y una unidad médica por si había alguna indisposición o desvanecimiento.
Llegó el momento tan esperado. Por la megafonía se pidió silencio y apagar los teléfonos móviles, así como la prohibición de grabar la conferencia y tomar fotos.
El profesor Landaskoski, o algo parecido, entró en el escenario y se dirigió al frente, ante un bosque de micrófonos de todas las cadenas nacionales y muchas extranjeras. Toda la audiencia se puso en pie en medio de un atronador aplauso. Y el sabio inició su conferencia:
“Señoras y señoras, gracias por vuestra cariñosa invitación. No voy a tomar mucho tiempo: Estas son las cosas que acabarán con la raza humana: La política sin principios; el progreso sin compasión; la riqueza sin esfuerzo; la hipocresía religiosa; la economía sin conciencia; la falta de amor a la tierra, y no ver al otro como mi hermano. Muchas gracias por su atención.”
El profesor se apartó lentamente hasta desparecer por una puerta lateral. Se produjo entonces un silenció solemne que se prolongó durante unos diez minutos que parecieron eternos. Después, todo el mundo salió de la sala sin que se escuchara ninguna voz. El que tenga oídos para oír, oirá. Siempre sucede.
Mucho amor.
Joaquín Yebra, pastor.