Nº 1578– 28 de Septiembre de 2014

Publicado por CC Eben-Ezer en

Los sabios e iluminados orientales pierden a Dios en la Naturaleza, donde se diluye como una gota de agua en medio del océano.

El místico cristiano encuentra a Dios en todas las manifestaciones de la Naturaleza.

El místico oriental cree que Dios y la Naturaleza son una misma cosa.

El místico cristiano sabe que hay un Creador de todos los Universos.

Desde el principio de los tiempos, los humanos hemos mitigado nuestra sed sin saber absolutamente nada respecto a sus constituyentes químicos. Del mismo modo podemos creer en las verdades reveladas por Dios en las Sagradas Escrituras sin que sepamos todos los misterios que encierran.

Nuestra necesidad es recibir el Agua de Vida que Jesucristo nos ofrece a todos los sedientos. No precisamos conocer en profundidad sus constituyentes, sólo se requiere que tengamos sed.

Durante los terremotos, a veces se abren fuentes de agua dulce en lugares secos donde la tierra así regada favorece el crecimiento y desarrollo de la vegetación. Del mismo modo, los terremotos que experimentamos en el alma, y que conmueven nuestros corazones, pueden hacer que el agua fresca aflore en nuestro ser, por mucho tiempo que lleve seco.

Un día, en medio de una tormenta, una paloma empapada en agua vino a refugiarse a mis pies. La sequé cuidadosamente, la puse dentro de una caja con migas de pan y un poco de leche y agua. Al día siguiente, cuando fui a verla, estaba perfectamente recuperada. La saqué al exterior y la eché a volar. Dio un gran giro en torno a la casa, pasó rasante y desapareció en el horizonte. Yo entendí que aquel vuelo rasante había sido una manera de darme las gracias. Nunca lo olvidaré.

Los fuertes vientos de sufrimientos nos conducen siempre a los tiernos y poderosos brazos de nuestro bendito Señor y Salvador.  Mucho amor.

Joaquín Yebra,  pastor.

 

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