Nº 1574– 31 de Agosto de 2014

Publicado por CC Eben-Ezer en

Decía Marco Aurelio (121-180 d.C.), uno de los llamados “cinco emperadores buenos”, que “un hombre noble compara y se estima a sí mismo por un ideal que es superior a él, mientras que un hombre innoble lo hace por uno menor que él. Al primero le mueve una aspiración, al segundo una ambición, que es la forma en que el hombre innoble aspira.”

Malgastar nuestra vida conjeturando acerca de los demás es una de las más pueriles maneras de perder miserablemente el tiempo.

Tengamos siempre presente que la vida de todo hombre y mujer es lo que sus pensamientos hacen de ella. De ahí que sobre toda cosa valorada y guardada, cuidemos nuestro corazón.

Nuestra vida no es sino un río de cosas que vienen y van, que pasan y se pierden. Vemos algo por un instante, y ya pasó, y otras vendrán e igualmente pasarán.

Pronto pasaremos nosotros también, por cuanto la vida del hombre es efímera y pasa como las nubes del cielo.

El tiempo es ese río que arrastra en su corriente todo cuanto alcanza.

El mundo es un proceso de transformación constante, y casi todas las luchas de los hombre sólo son opiniones.

Hay una sola luz del Sol, a pesar de que se vea interrumpida en su llegada a nosotros por las nubes, las montañas y muchos más objetos que se interponen en su camino. Pero no por eso deja de ser una sola luz, un solo brillo, un solo resplandor.

Igualmente, hay un solo Dios que Jesucristo ha venido a revelar. Las religiones no podían hacerlo por estar en las manos contaminadas de los hombres.

Tampoco pueden hacerlo hoy, aunque para autojustificarse empleen el nombre de Jesucristo. Será el día en que Cristo Jesús sea alzado, cuando todos acudirán a Él.

Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

 

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