Nº 1560– 25 de Mayo de 2014

Publicado por CC Eben-Ezer en

Puede sonar a paradójico para muchos, especialmente para los decentes de toda la vida, pero el testimonio evangélico incuestionable es que Jesús, siendo el hombre más santo que haya pisado esta tierra, fue seguido principalmente por cobradores de impuestos traidores a su pueblo, leprosos, cojos, mancos, paralíticos, prostitutas y otros desechados de la sociedad.

Otra aparente paradoja que suele molestar a los leguleyos es que se sirve mejor a Dios cuando se resiste la tentación de hacer el mal y vengarse, que cuando se reza  mucho. No nos confundamos, muchas oraciones no son nada más que rezos.

La obediencia a la voluntad de Dios es el secreto del conocimiento y la reflexión espiritual. No es la voluntad de conocer, sino la de cumplir la voluntad divina lo que nos puede dar auténtica certidumbre.

Creer puede constituir a creyentes, pero los fieles son quienes obedecen al Señor en lo que nos está mostrando ahora, y en lo que nos conducirá en el siguiente momento que se nos presente.

Con el más diminuto fragmento de obediencia se abre el Cielo, y las verdades más profundas de Dios nos pertenecen de inmediato.

Jesús no ha venido a “liberarnos” de la Ley de Dios, Santa y Perfecta –lo cual sería una incongruencia- sino a liberarnos de la “ley del pecado y de la muerte”. Su Gracia no es para que sigamos pecando, sino para desarraigar el pecado de nuestras vidas.

Necesitamos pensar como Jesús para poder vivir como Él vivió en carne entre nosotros.

La humildad y el amor incondicional son los pensamientos de Jesús por excelencia, por cuanto ese es el pensar de Dios.

Si permanecemos centrados en nosotros mismos, nos resultará imposible sintonizar con Jesucristo.

Mucho amor.   Joaquín Yebra,  pastor.

 

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