Nº 1556– 27 de Abril de 2014

Publicado por CC Eben-Ezer en

El perdón es una libre opción por deshacernos del resentimiento y renunciar a nuestros gruñidos.

Para estar en paz con nosotros mismos necesitamos perdonar. De lo contrario seguiremos gruñendo.

Si optamos por no perdonar, correremos el riesgo de ser consumidos por la amargura.

En la obra “Inferno”, del poeta Dante Alighieri (1265-1321), éste presenta un símbolo de cómo podemos ser devorados por nuestro propio espíritu no perdonador. En el Canto 33, el Conde Ugolino y su enemigo que le traicionó, el Arzobispo Ruggieri, están congelados, metidos en hielo hasta el cuello. Ugolino, situado detrás de Ruggieri, se va devorando poco a poco la cabeza y el cuello de su adversario.

Cuando Dante se percata de esta escena de horror, Ugolino alza su cabeza, se limpia la boca empapada de sangre en el cabello de su víctima, y vuelve a contar la traición de Ruggieri. Volver a relatar este episodio sólo sirve para que aumente la rabia de Ugolino, quien vuelve a tomar la cabeza de Ruggieri para morderla como un mastín roe un hueso. Esta es una horrenda imagen de la realidad de nuestra actuación cuando rumiamos nuestras viejas heridas.

La psicología cognitiva ha descubierto que el odio crónico no procede de la herida que sufrimos hace, digamos, veinte años, sino de haberla estando rumiando todo ese tiempo. Esa masticación devora nuestra mente y nuestro corazón.

Conozco cristianos y no cristianos que necesitan urgentemente ir a los pies de Jesucristo para poner fin a esta grotesca escena horripilante del relato de Dante en sus vidas.

Sé que algunos se sienten ofendidos cuando toco este tema, pero no tengo otra alternativa, por amor a ellos y por lealtad a nuestro bendito Señor y Salvador.

Pidámosle a Dios la gracia del perdón para perdonar, porque la contemplación de la otra alternativa es realmente horrorosa.

Muchos amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

 

Categorías: Año 2014