Nº 1555– 20 de Abril de 2014

Publicado por CC Eben-Ezer en

Es ciertísimo que no hay causa sin efecto, y cada efecto tiene su causa.

Muchos efectos se convierten a su vez en causas de otros efectos.

Recogemos lo que hemos sembrado. Esto es incuestionable.

Cuando actuamos con cariño, nos volvemos cariñosos, y recibimos el cariño sembrado.

Cuando odiamos nos volvemos inevitablemente odiosos.

Cada acto que emana del odio se convierte en una herida que nos producimos nosotros mismos.

Esto me hace recordar una de las fábulas de Esopo (siglo VI a.C.) que creo, como tantos otros libros, leímos muchos de nosotros antes del tiempo oportuno de hacerlo. Y creo que esto tampoco fue casual.

“Un día, resentidas contra los humanos porque éstos les robaban su miel, las abejas se presentaron ante Zeus para pedirle que les dotara de alguna manera con que causarles dolor a los humanos, para que dejaran de robarles la miel que con tanto esfuerzo producían, sin recibir ninguna recompensa por ello. Zeus les concedió su petición. Les dotó de un agujón para picar a los humanos, pero éste, al ser en forma de arpón y estar adherido al abdomen, desgarra a la abeja al picar a alguien y ésta muere. De ese modo protegió Zeus a los humanos.”

Nuestras palabras, como aguijones de abeja, actúan de manera parecida.

Nuestro prójimo siente un fuerte dolor cuando nuestras palabras son ponzoñosas, pero para quienes más dolorosas resultarán serán para nosotros mismos.

Cuando lanzamos nuestros aguijones a los demás, nuestra propia alma queda también muy herida. Sembremos amor y perdón, y segaremos el producto de nuestra siembra.

Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

 

Categorías: Año 2014