Nº 1554– 13 de Abril de 2014

Publicado por CC Eben-Ezer en

“Nadie es perfecto”. Esta es una frase manida, repetida, requeteusada hasta la saciedad. Suele emplearse como autodisculpa y exculpación. Es una forma de tirar la pelota al aire, y que caiga sobre quien caiga, siempre que no sea sobre nuestro tejado.

Efectivamente, nadie es perfecto, todos cometemos pecados, y si alguno cree que no peca nunca, recuerde las palabras del Apóstol Juan en su Primera Epístola Universal:

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros… Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Dios mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” (1ª Juan 1:8, 10).

Después de cuarenta años de ministerio pastoral, debo confesar que no he conocido a muchos cristianos que hayan sido pacientes y misericordiosos con los hermanos en sus faltas e imperfecciones. Y no sólo eso, sino que tampoco he conocido a muchos que lo hayan sido con sus propias fallas.

Necesitamos aprender a corregir nuestros corazones y los de nuestros hermanos con la gentileza y sosiego que proceden del Santo Espíritu Consolador.

Urge mejorar en nuestra práctica de la misericordia y la bondad que nuestro Señor Jesucristo pone a nuestra disposición en el ministerio del Paráclito.

Si nos castigamos a nosotros mismos con crueldad, nos estaremos robando la paz de Dios a nosotros mismos, por cuanto la ira ciega impidiendo ver lo mucho que Dios nos ama.

Necesitamos aprender a hablar con nosotros mismos y con los demás como un padre amoroso a un pequeñín asustado, pues así es como Dios nos habla. Nuestro ministerio de reconciliación no es para aumentar el peso de culpabilidad sobre los demás, ni siquiera sobre nosotros mismos, sino aligerar cargas, proclamar el arrepentimiento para recibir el perdón de los pecados por la sangre de Jesucristo, y ayudar a seguir adelante.

Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

 

Categorías: Año 2014