Nº 1553– 6 de Abril de 2014

Publicado por CC Eben-Ezer en

Pocas cosas nos roban tan fácilmente la paz y la armonía de corazón y mente como cuando nos sentimos malentendidos o preenjuiciados. ¿Qué podemos hacer para retener nuestra paz en esos momentos? ¿Debemos sufrir en silencio o debemos defendernos? El obispo Francisco de Sales (1567-1622) solía dar este sabio consejo:

“Cuando seamos acusados falsamente, defendámonos con calma en aras de la verdad y en evitación del escándalo; si las acusaciones continuaran, sigamos en calma y no digamos nada más, pues si hemos cumplido nuestro deber respecto a la verdad, debemos también cumplir lo que nos corresponde respecto a la humildad.”

Hemos de aprender a defendernos sin ser ofensivos. Si hablamos la verdad calmadamente, nos resultará fácil conservar esa calma. Si explotamos ante las falsas acusaciones, no sólo no ayudará en nuestro proceso, sino que con toda seguridad empeoraremos las cosas.

Pero ¿qué quiere decir este cristiano al pedir que después de haber presentado nuestra defensa, y cuando nuestras explicaciones no sean tenidas en cuenta, cumplamos con nuestro deber de humildad permaneciendo callados? Creo que quiere decirnos que ciertas personas no creerán la verdad de los hechos, por muy repetida y vehementemente que sea nuestra defensa.

Continuar defendiéndonos en esa situación será un ejercicio fútil que solamente servirá para que perdamos nuestra paz de espíritu y de mente.

En esos casos hemos de pedir a nuestro Señor que nos conceda la gracia de saber callar y esperar después de haber presentado nuestra defensa con mansedumbre.

Naturalmente, esto no es fácil. Por eso es una gracia, un don que sólo Dios nos puede dar, y nos dará si lo pedimos con la fe y confianza depositadas en nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

 

Categorías: Año 2014