Nº 1551– 23 de Marzo de 2014

Publicado por CC Eben-Ezer en

En una carta a su amigo agnóstico Robert Bridges, el poeta Gerard Manley Hopkins (1844-1889) le sugería cómo disponer su corazón para creer en Dios, y lo hacía en estos términos:

“Ahora sin duda darás por hecho que tu venida a la fe se basa en tu propia mente, bajo la influencia o falta de influencia de las mentes y los razonamientos de los otros…

Pero yo tengo otro consejo que resultará inesperado… Se trata de dar limosnas, en forma de dinero o en otras guisas…

Dar hasta el punto de resultar inconveniente… Esto cambia al hombre por entero, más que ninguna otra acción; y no sólo su mente, sino su voluntad y todo lo demás…

La pregunta que hemos de formular es, ¿qué bien hemos hecho?”

El consejo de Hopkins contenía una verdad, simplísima pero muy honda: Si queremos conocer a Dios, quien es Amor, debemos amar. Este consejo del poeta cristiano es un eco de la voz del Apóstol Juan en su Primera Carta Universal:

1ª Juan 4:7-8: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.”

¿Cómo podemos conocer a Dios en nuestra vida diaria?

¿Tenemos que recurrir a espesos volúmenes de pensamiento teológico o filosófico?

¿Tenemos que subir al cerro más alto y quedarnos allí por tiempo indefinido para hallar respuesta a esta pregunta?

La respuesta puede ser mucho más sencilla de lo que imaginamos y esperamos:  ¿Qué bien hemos hecho hoy?

¿Cómo hemos aprovechado las oportunidades que Dios ha puesto delante de nosotros para amar, perdonar y compartir?

Mucho amor.  Joaquín Yebra,  pastor.

 

Categorías: Año 2014