Nº 1462 – 1 de Julio de 2012
Perdonar es una forma de creatividad que convierte al perdonador en verdadero artista.
Perdonar es generar una nueva vida y gestar nuevas alegrías y nuevas posibilidades, en nosotros mismos y en los demás.
Es tan urgente y necesario perdonar, que nuestro bendito Señor y Salvador Jesucristo nos ha pedido que lo hagamos setenta veces siete cada día, es decir, hasta el infinito, por cuanto también tú tienes necesidad de ser perdonado.
Como dijo Khalil Gibrán, “es virtuoso aquél que no se absuelve a sí mismo de las imperfecciones de los demás.”
Si conservamos la paz del Señor en nuestro corazón, no se suscitará litigio, y no tendremos necesidad de perdonar porque no nos sentiremos fácilmente ofendidos.
Si renunciamos a las metas mundanas, también nos resultará más fácil evitar la ofensa, hallar luz dentro de nosotros mismos y encontrar libertad en la verdad.
Si queremos que llueva tendremos que comenzar por plantar árboles. Si mantenemos un árbol verde en nuestro corazón, existirá la posibilidad de que un ave cantarina se pose en él.
Si queremos encontrar cartas en nuestro buzón, tendremos que empezar por escribir nosotros algunas.
¡Cuidado con complacernos compadeciéndonos a nosotros mismos, con acariciar nuestras heridas y fatigarnos centrados en nuestro propio ombligo!
Nada puede sacarnos de la cárcel que existe entre el pecho y la espalda como perdonar.
No hay un mayor descanso posible que el que se experimenta al perdonar.
Es el desnudo donde el alma halla su quietud y reposo; donde, como dijo Juan de la Cruz, “nada fatiga hacia arriba y nada oprime hacia abajo, porque se halla en el centro de la humildad; porque, cuando algo codicia, en eso mismo se fatiga.”
Mucho perdón. Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.