Nº 1487- 23 de Diciembre de 2012
El resultado de la concentración de la riqueza es que sólo un 10% de la humanidad posee el 90% de la riqueza mundial. Los países empobrecidos llevaban más de 25 años sufriendo las imposiciones del llamado “primer mundo”, pero nosotros mirábamos en otra dirección. Sin embargo, como dice el refrán, “a cada cerdo le llega su San Martín”, proverbio que alude a que cada cual recibirá en su momento la compensación por su conducta. La fiesta conmemorativa de este Martín es el 11 de noviembre, fecha muy señalada en muchos pueblos de la geografía española por ser la época de la matanza del cerdo. Ahora le ha llegado su turno a la Unión Europea, donde algunos pensaban que la crisis económica no llegaría. Pocos todavía empiezan a darse cuenta de que la explotación de los fuertes sobre los débiles y la esclavitud no tienen fronteras. La banca se ha dedicado en estos últimos años a especular y obtener beneficios rápidos, y el estado –que dicen somos todos- está endeudándose para pagar con nuestro dinero las pérdidas especulativas del sistema bancario privado.
La usura y la explotación, diseñadas por los poderosos para explotar y concentrar más todavía la riqueza que sólo se genera mediante el trabajo, cuentan con apoyo, respaldo y “garantía” del estado sostenido por los poderes fácticos. Lo afirman organismos internacionales, como las Naciones Unidas, que hay en el mundo actualmente unos 2.000 millones de trabajadores que ganan menos de 2 dólares al día. Y en España un 14% de los trabajadores no pueden sacar adelante a sus familias a pesar de trabajar más de 10 horas diarias con contratos basura.
En el año 1802, Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos de América –mucho más limpio de sospecha que este servidor- pronunció las siguientes palabras: “Pienso que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florecerán en torno a los bancos, privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, enseguida por la recesión, hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo sobre la tierra que sus padres conquistaron.”
No deberíamos olvidar, como discípulos de Jesucristo, que el trabajo debe ser la única forma de adquirir los bienes necesarios para vivir dignamente.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.