Nº 1484- 2 de Diciembre de 2012
Muchas son las personas que aprenden a leer para no hacerlo. Hemos caído en la mediocridad. El gris es nuestro color.
También es cierto que algo nos han empujado, pero nosotros no hemos ofrecido demasiada resistencia.
Nos hemos acostumbrado a la “mordida”, como lo llaman en México. La desvergüenza, la ignorancia y el enriquecimiento simoníaco son lo más natural de la vida.
Con el tiempo, las injusticias han dejado de serlo, para convertirse en costumbre. No nos engañemos: Hemos sido una vez más “tubo de ensayo”, como en Guernica, para los verdaderos “men-in-black”, los señores del sistema.
Han logrado que seamos un pueblo defensor de los derechos de los amos, de los guardianes de los bienes ajenos.
Somos un pueblo barato, porque lo verdaderamente caro son las ideas, y de eso hay poco. Incluso los cristianos de por aquí se ponen muy tensos cuando les hablamos de justicia, de solidaridad y libertad. Dudan de la veracidad de nuestra vocación. ¡Qué se va a hacer!
Nos han convencido que hemos de ser defensores del orden establecido, que es el mayor de los desórdenes. La mayoría no quiere oír hablar de las realidades que no se encuentran en su ruta cotidiana. ¡Vivan las cadenas! ¡Hurra a la ignorancia!
Somos muy dados a olvidar con mucha facilidad, quizás porque sabemos el precio a pagar cuando se quiere hacer memoria.
Los únicos autorizados a hacer memoria son los vencedores de las causas injustas. Ésos nunca olvidan, siempre están alerta, por cuanto sienten pavor ante quienes consideran enemigos.
Mientras tanto, Jesús en el Evangelio de Juan 5:44 sigue preguntándonos: “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?”
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.