Nº 1476- 7 de octubre de 2012

Publicado por CC Eben-Ezer en

Se cuenta que Rabí Akivá (50-135 d.C.), uno de los más grandes sabios hebreos de todos los tiempos, contaba ya con cuarenta años de edad y todavía no había estudiado absolutamente nada.

Estando una vez junto al brocal de un pozo hizo esta pregunta: “¿Quién excavó esta piedra?”

Alguien le respondió: “Fue el agua que cada día cae continuamente sobre ella. ¿No has leído acaso en el libro de Job 14:19 que ‘las piedras se desgastan con el agua impetuosa, que se lleva el polvo de la tierra’?”

Rabí Akivá dedujo en aquel momento que si lo que era blando pudo tallar lo que era duro, con mayor razón las palabras de la Santa Ley de Dios, que son duras como el hierro, tallarían su corazón que era de carne y sangre.

Inmediatamente dejó todas sus actividades e intereses en la vida para volcarse al estudio de la Torá hasta llegar a ser uno de los sabios mayores de la historia de Israel.

Muchos años después, mientras Rabí Akivá estaba sentado enseñando a sus discípulos, se acordó de lo que había hecho en su juventud, y exclamó:

“Doy gracias ante ti, Señor mi Dios, porque asignaste mi heredad entre los que se sientan en la casa de estudio, y no  asignaste mi suerte entre los que se sientan en los rincones de la plaza de mercado.”

¿Te has detenido alguna vez para considerar dónde ha echado nuestro Dios tus cuerdas? ¿Dónde ha recaído tu suerte?

¿No te has percatado de la misericordia que nuestro Dios ha tenido para contigo haciéndote lugar en la casa de estudio y de oración?

¿Sabes que es el Espíritu Santo quien está tallando tu corazón en conformidad con la Santa Palabra de Dios?

¿No vives la gratitud que merece tu Señor que echó tus cuerdas en lugares deleitosos?

Más gratitud y más amor. Joaquín Yebra, pastor.

 

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