Nº 1475- 30 de Septiembre de 2012

Publicado por CC Eben-Ezer en

¡Qué poco silencio hay en nuestros días! Vivimos rodeados por el ruido por todas partes. La música en radio y televisión es cada día más estridente. Cada vez que se hace una pausa comercial en los canales televisivos el sonido se dispara. Incluso la música está muy por encima del diálogo en la mayoría de las películas.

El tráfico rodado en las ciudades es cada día más ruidoso, a lo que contribuye la falta de árboles en las calles. La gente grita por doquier. Se gritan los automovilistas increpándose e insultándose de un coche a otro. En la cafetería todo el mundo grita mientras el televisor está a todo volumen sin que casi nadie le preste atención.

Los profesores de secundaria tienen que emplear varios minutos al comenzar la sesión de clase para lograr que los alumnos guarden un poco de silencio. Cuando más tranquilo estás en verano en una piscina, la megafonía del recinto se dispara con una música metálica verbenera que rompe la paz que uno iba buscando. Y así podríamos confeccionar una larga lista de momentos en los que el ruido irrumpe en nuestras vidas.

Decían los sabios antiguos de Israel que nada hay mejor para el hombre que el silencio, y añadieron que si el silencio es lo más conveniente para los sabios y para el estudio, cuánto más habrá de serlo para los necios. Por eso las Sagradas Escrituras afirman que las muchas palabras no conducen a la sabiduría, sino al pecado:

Proverbios 10:19: “En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente.” Y en Proverbios 17:28 se añade: “Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio: el que cierra sus labios es entendido.”

Otros aseguraron que las palabras sabias son tan difíciles de hallar como la ropa de lana fina, y tan fáciles de perderse como la ropa de lino. Por el contrario, el lenguaje necio y grosero es tan fácil de adquirir y tan difícil de perderse como un saco: Un hombre compra por casi nada un saco y puede usarlo por años, porque la arpillera parece no sufrir un desgaste rápido.

Un poco más de silencio y mucho más amor. Joaquín Yebra, pastor.

 

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