Nº 1474- 23 de Septiembre de 2012
En el libro de Cantar de los Cantares 2:2 leemos así: “Como el lirio entre los espinos, así es mi amiga entre las doncellas.”
Los sabios antiguos de Israel interpretaron este breve versículo creyendo ver en este lirio rodeado de espinos al pueblo de Israel en medio de las naciones de la tierra.
Otros creyeron ver que el lirio es una referencia a la Santa Ley de Dios, en virtud de la cual fue creado el Universo. Y así explicaron que después de muchas generaciones, el Bendito contempló la tierra y vio que en aquel huerto sólo había cardos y espinos, pero en medio de aquella triste panorámica acertó a ver un lirio al que se acercó a aspirar su aroma.
Bajo esa figura creyeron ver los sabios de Israel al pueblo hebreo, al que el Señor dio los Diez Mandamientos, y por aquella sola flor decidió el Señor salvar a todo el huerto. Por eso es que en Abraham y su simiente serán benditas todas las naciones.
A partir de Jesús de Nazaret, los místicos cristianos han visto en este lirio una figura de nuestro bendito Señor y Maestro. Igualmente, rodeado de espinos, podemos contemplar al dulce Jesús, nuestro Redentor, coronado de espinas, convertido en una sola llaga, pecho y espalda; sus ojos amoratados, su rostro cubierto de esputos, y sus manos y pies atravesados por clavos de 20 centímetros.
El lirio de los valles destaca en medio de la vegetación verdosa, pero mucho más en medio de los cardos y los espinos. Así destaca nuestro Señor y Salvador, esposo de su iglesia para siempre; una iglesia espinosa, dura, imperfecta, pecadora, de la que formamos parte, pero a la que nuestro Señor ha amado y ama con amor eterno.
Este lirio es mayor que el templo y que todas las cosas, y se ha desposado con su pueblo… Este lirio es el Árbol de la Vida, que produce sanidad para los pueblos… Es la razón de todas las cosas, el heredero de todos los universos, la Palabra que une al cielo y la tierra.
¡Ven, Amado! ¡Vamos a tu encuentro! Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.