Nº 1472 – 9 de Septiembre de 2012

Publicado por CC Eben-Ezer en

Dijeron los sabios antiguos que aunque hagamos cien nudos en una cuerda, ésta seguirá siendo una. Así ocurre con la Biblia, que es una aunque esté formada por muchos libros, pues su unidad proviene de Dios, quien también es Uno, Único, Incomparable, Incontrastable e Inimaginable, y que existe y se da a conocer como Padre, como Hijo y como Santo Espíritu. Así también los nudos de la cuerda son los peldaños que la convierten en una escala por la que se puede subir. También la Biblia presenta peldaños para ascender y comprender el temor del Señor, es decir, el principio de la sabiduría, y el primer peldaño es el conocimiento de Dios: “Hijo mío, si recibieres mis palabras, y mis mandamientos guardares dentro de ti, haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; si inclinares tu corazón a la prudencia, si clamares con inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor del Señor, y hallarás el conocimiento de Dios. Porque el Señor da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia. Él provee de sana sabiduría a los rectos; es escudo a los que caminan rectamente. Es el que guarda las veredas del juicio, y preserva el camino de sus santos.” (Proverbios 2:1-8).

A quien lee la Biblia para conocer más del temor del Señor, Dios le libera de muchas preocupaciones: Salmo 19:9: “El temor del Señor es limpio, que permanece para siempre; los juicios del Señor son verdad, todos justos.” Las impurezas son las que hacen tropezar y caer; las que corrompen y debilitan, hasta que la casa se desmorona. Quien no permite que las palabras de la Escritura penetren en su corazón, se siente asaltado por las preocupaciones: Deuteronomio 28:45-47: “Y vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te perseguirán, y te alcanzarán hasta que perezcas; por cuanto no habrás atendido a la voz del Señor tu Dios, para guardar sus mandamientos y sus estatutos, que él te mandó; y serán en ti por señal y por maravilla, y en tu descendencia para siempre. Por cuanto no serviste al Señor tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas.”

¡Quiera Dios que la abundancia nunca nos aparte del Señor! Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.

 

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