Nº 1469 – 19 de Agosto de 2012

Publicado por CC Eben-Ezer en

Muchos he conocido en el curso de mis cuarenta años de ministerio pastoral que me han preguntado por la iglesia verdadera. Pensaban en un club al que pasar a formar parte adquiriendo su membresía, quizá con cuota y carnet con sello de caucho, a la antigua, o con foto digital “modelna”.

Generalmente su interés se había centrado en una confesión de fe expresada mediante artículos llenos de términos abstractos que casi nadie termina por entender. Pero pocos, por no decir nadie, me ha mostrado interés por el que creemos es el determinante absoluto para la iglesia universal, y para las comunidades de fe en las que nos agrupamos y congregamos los cristianos. Ese determinante es la obediencia existencial a Jesús de Nazaret.

Si cambiamos la expresión “iglesia verdadera” por “iglesia fidedigna”, creo que las cosas quedan más clarificadas. Somos fidedignos, dignos de fe, cuando caminamos en pos de Jesús el Cristo como iglesia transitoria, en acto de servicio a Dios y a los hombres, conscientes de nuestros pecados, pero seguros de que nuestro Señor es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, cuando se los confesamos con sinceridad, y no sólo perdonarnos, sino limpiarnos de toda maldad.

Somos “iglesia fidedigna” cuando somos conscientes de que no vamos a encontrar nuestra meta en nosotros mismos, por cuanto la iglesia no existe para sí, sino que la meta es el Reino de Dios. Por consiguiente, la iglesia es fiel y verdadera cuando proclama el mensaje de Jesús, cuando busca andar en sus pisadas, cuando anhela la llenura del Espíritu Santo como en Pentecostés, hasta rebosar, cuando es consciente de que no es el Reino de Dios, y mucho menos un reino de este mundo.

Una comunidad de fe es, igualmente, fiel al Señor cuando se mantiene fiel a Jesucristo, se rinde a su presencia soberana por la Persona del Espíritu Santo, mientras Jesús en carne glorificada, como Sumo Sacerdote del orden de Melquisedec, intercede por nosotros en el Santuario Celestial. La iglesia no es la meta. La iglesia es el agente del Reino de Dios en esta tierra. La iglesia está en camino. La iglesia somos tú y yo.

¡Venga ese Reino tuyo, caray!

Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.

 

 

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