Nº 1468 – 12 de Agosto de 2012

Publicado por CC Eben-Ezer en

Jesús de Nazaret es para los cristianos un llamamiento al arrepentimiento, voz malentendida por casi todos. Arrepentirse es darse la vuelta, como cuando alguien sale a nuestro encuentro y nos asegura que vamos por un camino equivocado, o que conduce irremediablemente a un precipicio.

Jesús es también un reto que Dios en su misericordia pone delante de nosotros. Nuestro Redentor nos asegura que podemos, que su amor actuará como un acicate poderoso para seguir adelante, para ser hombres y mujeres de verdad.

El Señor nos advierte del peligro de confundirle con un vendedor más de religión, de los muchos que han salido por el mundo desde tiempos inmemoriales. Jesús no nos llama a seguir una religión nueva, un sistema religioso superior a los demás, sino que nos presenta un camino desde el que ver la vida de modo diferente. Y no sólo eso, sino verificable en diversas formas.

Jesús nos facilita una nueva orientación, absolutamente imposible de desligar de su Persona; un seguimiento en el que brotan a cada paso nuevas motivaciones, disposiciones y acciones; un camino enlosado con obras buenas y dignas que el  mismo Señor ha puesto delante de nosotros para que caminemos por ellas.

El Señor nos ha puesto delante también una meta nueva. Se trata del Reino de Dios, de la voluntad divina, no sólo para la vida y la acción, sino también para el dolor y la penuria.

Por eso es que repudiamos todos los planteamientos en los que la iglesia dominada por los hombres usurpa el lugar que le corresponde sólo, única y exclusivamente al Reino de Dios. Detestamos los esfuerzos para que la iglesia obtenga un lugar de reconocimiento y privilegio en el mundo, por cuanto jamás veremos a nuestro Señor Jesucristo procurar semejante status en las páginas del Evangelio.

El Reino de Dios está entre nosotros latente. Se hará patente en la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo. Esa es nuestra meta final, la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. ¡Ven, Señor Jesús!

Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.

 

Categorías: Año 2012