Nº 1467 – 05 de Agosto de 2012

Publicado por CC Eben-Ezer en

Dondequiera que haya un hombre dispuesto a extender su mano de ayuda a otro hombre, allí estará presente el Santo Espíritu de Dios.

Dondequiera que haya hombres dispuestos a liberar a sus hermanos atados, allí hará presencia el Espíritu Santo.

Dondequiera que haya hombres que no retienen las riquezas porque saben que hay quienes no pueden comer, allí se manifestará el Santo Consolador.

Dondequiera que haya flores que no niegan su aroma a quienes las arrancan, allí estará el Paráclito.

Dondequiera que haya hambrientos que comparten su plato, allí habrá aroma divino, olor a pan partido.

Dondequiera que se compartan alegrías y penas, allí sonará el canto de los ángeles de Dios.

Dondequiera que haya hombres y mujeres que liberan aves enjauladas, allí habrá fiesta.

Dondequiera que haya hombres dispuestos a considerar lo acumulado como agua en sus manos, cesará la necesidad de los empobrecidos y no se detendrá la abundancia para todos.

Si tratamos de acumular y retener, caeremos en la espiral de creer que la felicidad tiene precio y cotiza en bolsa.

Si tratamos de atrapar la felicidad y retenerla, se escapará y desaparecerá.

Si dejamos la felicidad en alas de la libertad, será nuestra para siempre en compañía de muchos otros compañeros de viaje.

Vemos las cosas, no como en realidad son, sino como nosotros somos. Por eso hay tantos buscadores de libertad que están profundamente enamorados de sus cadenas. Otros lo están de sus dolores y enfermedades.

El optimista ve la rosa sin sus espinas. El pesimista ve las espinas sin la rosa. La rosa no se contempla a sí misma.

¡Cuidado con el espejo, que nos da una visión al revés de la realidad!

Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.

 

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