Nº 1456- 20 de Mayo de 2012

Publicado por CC Eben-Ezer en

Jesús no vino para fundar una nueva y mejor religión para Israel y el imperio romano.

Jesús no vino para abrogar la Santa Ley de Dios, sino para cumplirla.

Jesús no vino para ordenarnos construir las catedrales y demás edificaciones suntuosas que cubrieron el orbe.

Jesús no vino para condenar a nadie, sino para que todos seamos salvos por Él del justo juicio de Dios que vendrá sobre los hijos de desobediencia.

Jesús no vino para predicar una nueva teoría teológica que satisfaga a todos, o a casi todos.

Jesús tampoco vino para anunciarse a sí mismo, como han hecho y hacen todos los garúes viejos y modernos.

Jesús no vino para desacreditar a todos los demás hombres que han dicho algo bueno para la convivencia de los humanos.

Jesús no vino para promover guerras santas, inquisiciones y hogueras donde quemar a aquellos que no ponen las comas y los puntos donde lo hacen los que detentan el poder.

Jesús vino para anunciar el Reino de Dios, el reinado del Altísimo, la causa divina, la voluntad del Padre, y que se identifica con el bienestar del hombre, el perdón de los pecados y el don de la vida eterna.

Jesús no se cuidó de las prescripciones legales externas, relativizó todo el aparato ritualista, destacó el Espíritu frente a la letra; mostró que la pureza ante Dios no la proporciona rito alguno, sino la pureza de corazón.

Por todo eso Jesús escandalizó a los suyos, a quienes vino pero no le conocieron, y sigue escandalizando hasta nuestros días, especialmente a los que se creen decentes de toda la vida.

Dios quiere el bien de los hombres. Por eso vino Jesús de Nazaret. Y vino por ti y por mí.

Mucho amor.

Joaquín Yebra, pastor.

 

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