Nº 1454- 6 de Mayo de 2012

Publicado por CC Eben-Ezer en

Dice un viejo refrán que “aunque un vestido se lave cien veces, no quedará limpio y puro si se lava con agua sucia.”

Pero si falta la luz, será muy difícil tener la seguridad de que nuestra agua de lavar es limpia.

Incluso en el arroyo limpio y cristalino, repentinamente nos llega una corriente sucia inesperada que viene de aguas arriba.

Por eso dice Shakespeare, en “Hamlet”, que “a pesar de que seas tan casto como el hielo y tan puro como la nieve, no podrás escapar de la calumnia.”

Los conflictos existirán siempre, de modo que no tratemos tanto de evitarlos como de entenderlos.

Generalmente, es difícil o imposible cambiar las circunstancias; lo importante es cambiar nuestra actitud hacia ellas.

Pero mantengámonos alejados de las luchas por el poder, las conspiraciones y las intrigas; de la vanidad y las apariencias; de la desvergüenza y la bajeza.

Guardémonos de quienes adulan indebidamente, por cuanto también nos censurarán injustamente.

Dice Juan Mascaró que “si un hombre venciera a mil y a otros mil en una batalla, y otro hombre se venciera a sí mismo, éste sería más indigne guerrero, porque la mayor victoria es la lograda sobre uno mismo.”

Por eso es que ante la dificultad del perdón, Anthony de Mello nos dice:

“¿Qué he de hacer para perdonar a otros?” Y la respuesta tajante es: “Si no condenaras a nadie, nunca tendrías necesidad de perdonar.”

Un pastor ofreció la solución perfecta a un matrimonio que nunca dejaba de reñir. Les dijo así: “Dejad de reclamar como un derecho lo que podéis pedir como un favor.”

Por favor, mucho amor.

Joaquín Yebra, pastor.

 

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