Nº 1413– 10 de Julio de 2011
Jesús nos ha dicho que Él es la verdad. Nosotros entendemos por “verdad” lo que es auténtico; y no nos equivocamos al entenderlo así.
Pero “verdad” es también lo que está escondido, oculto, y sale a la luz, mostrando lo que siempre ha estado ahí, pero no hemos podido verlo.
Cuando el sabio dijo que los árboles no dejaban ver el bosque, estaba diciéndonos que la verdad es el árbol y lo que está detrás; es la montaña y lo que hay más allá de ella; es el horizonte y lo que éste esconde.
Cuando el sol alumbra y la oscuridad se retira, y nacen las sombras diurnas, entonces se revela la verdad.
La verdad está siempre esperando a ser descubierta. A veces lleva miles de años aguardando la llegada del hombre buscador.
Nace la claridad y, a pesar de las sombras, todo se vuelve transparente.
Huyen los prejuicios, y comprendemos que nunca podremos ser nada más allá del ser, por cuanto el ser es el gran don de Dios.
Ese ser es el que Dios ha venido en Cristo a salvar, para que seamos en la verdad, para que verdaderamente seamos.
Y en el horizonte que Dios abre podemos contemplar las montañas, siempre azules en la distancia, y sus altas cumbres, a veces nevadas, esperando siempre.
Así es como empezamos a comprender que somos uno con todo, como nuestro Dios es uno como Padre, uno como Hijo, y uno como Santo Espíritu…
Uno con las altas cumbres, uno con el río, uno con la bestia y con el árbol y con los árboles…
Uno con el polvo de las estrellas y con el bramido de las olas…
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.