Nº 1382– 5 de Diciembre de 2010
Decir “no” a la vida es decirle “no” a Dios.
Decir “no” al que te pide es decirle “no” al Señor.
No ver a nuestro prójimo es no ver a Dios.
Dios toca a través de las manos de los hombres.
Besa a través de nuestros labios.
Acaricia por medio de nuestras manos.
Los ojos de Dios son los ojos de todos los hombres.
Nos ve a través de los ojos de los demás.
Los demás son los ojos que nos ven.
Y nuestros ojos sirven para ver a Dios en los ojos de los otros.
Así es como podemos aproximarnos a las palabras de Jesús de Nazaret y desposeerlas de la espesa capa de eclesiasticismo con que llevan siglos cubiertas.
Dios es amor y vida.
Palpita en los latidos de tu corazón y en la sinfonía formada por los latidos de todos los demás.
Discurre en el torrente de nuestra sangre, la de todos.
Cuando nos allegamos a esto, todas las cosas se simplifican.
La oscuridad huye avergonzada de nuestro corazón.
Nos percatamos de que no somos islas distantes, sino un inmenso y complejo continente amado por Dios.
Descubrimos que los más sublimes sacramentos de la presencia de Cristo Jesús son la compasión y la misericordia.
Mucho amor.
Joaquín Yebra, pastor.