Nº 1370– 12 de Septiembre de 2010
Querer vivir mucho no es pecado, pero debemos saber que quien quiere vivir mucho debe estar preparado a servir. Por eso es que quien quiere dominar vive poco, aunque su existencia entre los humanos sea muy larga.
Amar puede ser sencillamente situar el esfuerzo por encima del premio y del galardón.
¿Has pedido alguna vez al Señor el don del amor para poder amarle siempre?
Amar es buscar el bien de los demás, sabiendo que el propio bien nos llegará por añadidura.
El odio existe mediante el odio, y odiar es su condena; el amor existe mediante el amor, y amar es su galardón.
La ínfima buena acción, como un vaso de agua fría al sediento, cumplida sin egoísmo, es más preciosa que innumerables buenas acciones realizadas egoístamente.
Dice un cuento sufí que “había una mujer de costumbres depravadas, pecadora conocida, impúdica, manchada, desprestigiada, y un día al pasar por un campo vio a un perro junto a un pozo que jadeaba de sed, con la lengua colgando. Entonces, con gran ternura, y usando un zapato por cubo, sacó agua del pozo y dio a beber al animal. Por aquella acción, Dios la elevó por encima de este mundo y le mostró el venidero, la cubrió de un vestido hermoso y la acogió en su seno.”
Creo que hay más Evangelio en este cuento no cristiano que en muchos de los sermones que he escuchado en toda mi vida.
Aunque lavemos un vestido cien veces, no quedará limpio si lo lavamos en agua sucia.
El Espíritu Santo nos insta a lavarnos en la sangre preciosa de Jesucristo, es decir, sumirnos en esa vida suya entregada por nosotros para nuestra redención.
La fuerza verdadera y la benevolencia genuina caminan siempre de la mano.
Mucho amor.
Joaquín Yebra, pastor.