Nº 1368– 29 de Agosto de 2010
La verdadera obediencia a Dios es un regalo del propio Señor, quien nos cubre con su manto de justicia.
La verdadera obediencia es la respuesta del corazón agradecido por la salvación que Dios Padre nos da en Jesucristo su Hijo por medio del Espíritu Santo.
Las obediencia externa, el legalismo, es siempre falsa, saturada de hipocresía religiosa, de carga impuesta que induce a la doble vida, a la mentira y a estar siempre juzgándonos, en vez de amándonos, los unos a los otros.
La verdadera obediencia procede del interior, de la reacción a la obra del Espíritu Santo de Dios, quien hace efectiva la presencia de Jesucristo en nuestras vidas, mientras Jesús en carne glorificada intercede por nosotros en el Santuario Celestial.
La obediencia auténtica y genuina es natural, procede de la nueva naturaleza que Dios nos regala al arrepentirnos de nuestros pecados y entregar nuestro corazón a Jesucristo, recibiéndole como nuestro único Señor y Salvador personal, eterno y todo suficiente.
La auténtica obediencia es espontánea por proceder de nuestro discipulado y de nuestra relación de amistad con Jesucristo.
Cuando vivimos esa relación amorosa con el Señor no es necesario hacer grandes esfuerzos para actuar en armonía con los mandamientos del Bendito.
Entonces es cuando comprendemos que la verdadera fe es obediencia, por cuanto podemos fiarnos de todo corazón del Fiador, el Dador de la fe, quien nos capacita para vivir fielmente.
¿Estamos guardando los mandamientos porque amamos a Jesucristo o estamos todavía viviendo residuos de nuestra vieja religiosidad legalista?
Mucho amor.
Joaquín Yebra, pastor.