Nº 1366– 15 de Agosto de 2010

Publicado por CC Eben-Ezer en

Jesucristo nos redimió, es decir, pagó el precio del rescate de nuestra libertad del pecado y sus consecuencias: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo aquel que es colgado de un madero)”. (Gálatas 3:13).

Ahora bien, Cristo no nos “libró” de la Santa Ley de Dios, lo que sería una contradicción de términos, por cuanto la Ley del Señor es perfecta y expresa a al perfección los valores morales y eternos de Dios para sus hijos e hijas. De lo que nos redimió nuestro Señor ha sido de la “maldición de la Ley”, es decir, de nuestra incapacidad para vivir gozosamente los mandamientos divinos, para lo cual nos ha dado y continua dando su gracia mediante la bendita Persona del Espíritu Santo de la promesa.

“En Jesucristo tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.” (Efesios 1:7).

“No por la sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, Jesús entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.” (Hebreos 9:12).

“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.” (1ª Pedro 1:18-19).

“Porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios.” (Apocalipsis 5:9).

Frente a la ola de humanismo secular, enseñanza del cese de los dones del Espíritu, y rechazo de todo el testimonio sobrenatural de las Escrituras, que arrasa muchos círculos nominalmente cristianos, e incluso denominaciones que casi por entero han dejado de ser evangélicas, hemos de estar alerta y recordar las claras advertencias de la Santa Palabra de Dios:

 

 

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