Nº 1363– 25 de Julio de 2010

Publicado por CC Eben-Ezer en

¿Cuáles son las condiciones que Dios nuestro Señor ha establecido para el perdón? Primeramente, debemos confesar nuestros pecados:

“Si confesamos nuestros pecados, el Señor es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.” (1ª Juan 1:9).

Así es como el propio Dios, en su bondad y misericordia, nos limpia para poder mantener una relación personal e íntima con Él. De modo que el arrepentimiento, el perdón y la salvación eterna son regalos del Señor. Todo procede de su gracia. Es una transacción de amor por parte de Dios nuestro Señor. Por eso es que si amamos a Dios, es porque Él nos amó primero.

En segundo lugar, hemos de darnos la vuelta y dejar de caminar de espaldas a Dios, para hacerlo ahora de su mano, con los ojos puestos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe.

Ahora bien, siendo el perdón de los pecados absoluta y categóricamente gratuito, por cuanto se fundamenta en el sacrificio vicario de Jesús por nosotros en la Cruz del Calvario, eso no significa que sea barato, por cuanto comprende nuestra asunción del altísimo precio pagado por Dios para ofrecernos por gracia semejante don.

La vida cristiana y la vivencia de la fe no pueden limitarse a creer verdades abstractas, ciertísimas, pero fácilmente reducidas a mera teoría sobre papel. La vida del discípulo de Jesucristo que ha entrado a gozar de su amistad se fundamenta en el reconocimiento del precio pagado por Dios por nuestro rescate, en su anhelo por reconciliar a sus hijos e hijas con Él.

El amor es la fuerza que hace y hará todas las cosas diferentes. No olvidemos nunca que el perdón de Dios es gratuito para nosotros, pero inmensamente costoso para Él, quien por amor a nosotros no escatimó siquiera la vida de su propio Hijo.

No abaratemos la gracia divina viviendo en el olvido de lo que el Señor ha hecho por nosotros.

Nada podrá transformar nuestras vidas con mayor intensidad que sabernos amados y perdonados por el Señor para que nosotros, por nuestra parte, amemos y perdonemos.

Mucho amor y mucho perdón.

Joaquín Yebra,  pastor.

 

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