Nº 1361– 11 de Julio de 2010

Publicado por CC Eben-Ezer en

Convertirse a Jesucristo no es lo mismo que adoptar una religión. La conversión a Jesucristo, o nuevo nacimiento de la regeneración, es, como veíamos la semana pasada, un nuevo nacimiento.

“Mas a todos los que le recibieron (a Jesucristo), a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1:12-13).

¿Quién es el agente activo en esa obra absolutamente milagrosa del nuevo nacimiento de la regeneración?

“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.” (Tito 3:5; Juan 3:5).

La conversión a Jesucristo es obra sobrenatural del Santo Espíritu de Dios, y produce un cambio de actitud hacia el Señor, una nueva capacidad para conocer a Dios:

“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros, y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos y los pongáis por obra.” (Ezequiel 36:26-27).

Si has nacido de nuevo, entregando tu corazón a Jesucristo, con arrepentimiento de tus pecados y fe en la salvación que Dios nos ofrece en la sangre de su Hijo, dale gracias al Señor, vive intensamente en su amistad y procura darle a conocer a otros que ignoran las Buenas Noticias del amor de Dios.

Ayuda a otros con el testimonio de tu vida transformada a entender que la conversión a Jesucristo no es la adopción de un sistema de religión organizada, sino un nuevo nacimiento a una vida nueva en la que se ha de manifestar el fruto del Espíritu Santo:

“Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y  templanza.” (Gálatas 5:22).

Mucho amor y mucho fruto.

Joaquín Yebra,  pastor.

 

Categorías: Año 2010