Nº 1356– 6 de Junio de 2010

Publicado por CC Eben-Ezer en

Si somos observadores nos percataremos de que el discípulo de nuestro Señor Jesucristo que tenía más probabilidades de hacer una carrera exitosa fue el que traicionó a nuestro Salvador, mientras que uno de los más débiles y vulnerables, Pedro, no cayó de la gracia.

Mientras que Judas no acudió a Jesús en busca de perdón, sino que él mismo fue verdugo para sí mismo, el apóstol Pedro reconoció su pecado y se dejó perdonar y restaurar por el Maestro.

Los dirigentes religiosos del momento, comprendido el alto clero del Templo de Jerusalem, rechazaron a Jesús y le crucificaron recurriendo al gobierno de la potencia invasora. Sin embargo, los publicanos, las rameras y los ladrones llegaron a estar entre los seguidores más devotos de nuestro Redentor.

El malo –¡Dios le reprenda!— frecuentemente obra por medio de quienes nos parecen menos sospechosos; aquellos que tienen apariencia de piedad, pero que en la práctica niegan con sus actos su eficacia. Recordemos siempre que al árbol se le conoce por su fruto. Y al no frutal, por su sombra y cobijo para las aves.

Si el corazón es pecaminoso será irremediablemente también engañador. Y la práctica del engaño y la mentira convierte a muchos defraudadores en auténticos “artistas” de la mentira disfrazada de finas ropas y magníficos modales.

Preguntémonos si estamos viviendo en pecado bajo el disfraz de ser religiosos y cumplir con determinadas prácticas eclesiásticas.

Recordemos que el apóstol Pablo era religioso, fariseo, y muy devoto antes de su encuentro con Jesucristo resucitado; que hasta aquel momento respiraba odio y amenazas, y que fue instrumento en el encarcelamiento  y la muerte para bastantes cristianos.

El camino para librarnos del pecado, bajo ropas finas o bajo harapos, consiste en acudir a Jesucristo, el médico divino, para dejarnos sanar y entrar en su amistad y discipulado.

Sólo Jesucristo, por medio del Espíritu Santo, puede conducirnos del pecado a la justicia divina.

Mucho amor.

Joaquín Yebra,  pastor.

 

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