El espíritu del mundo
Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: El Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
Juan 14:15-18
Siempre volvemos a esta promesa de Jesús que llamó la Promesa del Padre porque son ambos, el Padre y el Hijo, quienes envían el Espíritu Santo del cielo. El otro Consolador nos es dado como compañero para gobernarnos. Es por eso, que se siente en casa con aquellos que quieren guardar los mandamientos. La Verdad de Dios está en los mandamientos, en la suma de Su Palabra; y el mundo, bajo el engaño de Satanás, no puede ver ni conocer al Espíritu hasta que haya arrepentimiento y fe. Cuando la vida del cristiano está llena de los mandamientos del mundo, el Espíritu es arrinconado, apagado, entristecido y casi extinguido como el que coge un extintor para apagar un fuego.
La buena noticia es que el rescoldo puede ser avivado y la llama puede volver a surgir. Pero seamos claros: tenemos que abandonar el espíritu del mundo para que el Fuego de Dios sea reavivado. Si la casa está desordenada con los comportamientos del mundo, hay primero que poner orden. Si la casa está sucia por participar en la corrupción del mundo, hay primero que barrerla y desinfectarla de toda contaminación. Y no sólo eso, cuando la casa está limpia y ordenada por la sangre de Cristo, habiendo abandonado el pecado por la confesión y el arrepentimiento, es urgente que se llene del Espíritu Santo. Si nos empecinamos en pecar, dice Jesús que los espíritus malos que salieron de nosotros pueden volver a ocupar la casa. Y ahora que cada uno haga su reflexión personal en oración con Su Señor y Salvador.
Pastor Antonio Martín Salado