Entrégalo todo
Jesús ora a Su Padre por todos sus discípulos para que no los quite del mundo sino para que los guarde del mal. Ese mal significa tanto las acciones de Satanás como el mal interior del que cada uno ha de ser purificado. El Señor reprende al maligno, así que el enemigo de nuestras vidas está detenido por Él y no nos puede tocar. Las maldades ocultas en nuestro corazón engañoso han de ser limpiadas con la sangre de Cristo. El trabajo de la santificación es una obra consciente que el Espíritu Santo comienza a realizar el día que nos convertimos y debe continuar avanzando. Esa acción del Espíritu no nos pasa desapercibida por lo que vemos sus resultados en la transformación de la persona que somos. El Señor que es el Espíritu, no trabaja solo, sino que necesita de nuestra colaboración para aceptar la luz y ver la suciedad que ha de ser retirada. La Palabra y el Espíritu son los agentes que nos traen a la realidad de la necesaria limpieza. Para abandonar el amor a las cosas no buenas que nos rodean, necesitamos la presencia empoderada del Espíritu de Cristo en el corazón.
Si no le entregamos al Señor el núcleo de nuestro ser, la persona interior, no podremos ser purificados profundamente. La mente, el corazón, la voluntad deben pertenecer a nuestro Señor y Salvador. ¿Cuáles son mis pensamientos? ¿Son puros o permito malos pensamientos en mi mente? Cuando Dios nos muestra que hay pensamientos no limpios, éstos han de ser desechados inmediatamente. Será la única forma en la que el Espíritu ganará terreno en nuestro cerebro. Sólo la limpieza atrae más y más del Espíritu de Dios. En no pocas ocasiones, tendremos que renunciar a amistades que nos inducen a pecar como ellos. Ya sabemos que no debemos participar en las obras sin fruto de las tinieblas sino más bien reprenderlas. Y a veces toca huir de ellas y de los que las practican para no contaminarnos porque no hay amistad entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal.
No podemos conservar un poquito de mal, como si no tuviera importancia, sino que debemos abstenernos de todo tipo de mal.
Pastor Antonio Martín Salado