Nº 1.950 – 14 de Noviembre de 2021
“Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.” (Filipenses 2:14-15)
Una de las características del mundo en el que vivimos, es la abundancia de la murmuración y de las peleas. En casi todos los trabajos está el “compañero” o la “compañera” que aprovecha cualquier resquicio para hablarte mal del resto de compañeros. Es el que no deja títere sin cabeza pues tiene cosas malas que contarte de todos sin excepción. Que esto ocurra entre no cristianos, no es un motivo de sorpresa. Lo que si debe ponernos alerta es cuando ocurre en el seno de la iglesia. La crítica por detrás es un pecado cobarde y lo ejercen sólo los cobardes y desobedientes que no hacen caso al Señor que nos ha dicho que nos tratemos cara a cara si tenemos algo en contra unos de otros. La lengua cargada de veneno y de acusación se deleita en usar su teléfono para llamar o escribir a unos y a otros para sembrar discordia entre los hermanos. Esa persona que tal hace se convierte en acusador o acusadora de los hermanos, es decir, le hace el trabajo al diablo. ¿Qué tenemos que hacer si recibimos una llamada de estos desobedientes murmuradores? Pues es muy sencillo: no escuchar y no permitir que nos siembren cizaña “despellejando” a otros hermanos. Si es necesario, debemos colgar el teléfono. Si es un mensaje, te aconsejo que ni termines de leerlo. En cuanto veas que es una maledicencia, para y elimínalo. Sólo así evitarás que te contamine. Si por la causa que fuere has recibido toda esa carga de maldición sobre tus hermanos, tienes que olvidarla por completo o te acabará intoxicando. Pide perdón al Señor por haber prestado atención a los escarnecedores. También les puedes decir que no sean tan cobardes y resuelvan sus quejas con los “acusados”. En todos los casos, nunca te juntes con los que siempre tiene juicios despectivos contra otros o terminarás como ellos. Y seguimos orando para para que se arrepientan y dejen de maldecir a los miembros del cuerpo de Cristo.
Pastor Antonio Martín Salado