La higuera estéril
Texto: Lucas 13:6-9.
La dinámica del mercantilismo, de la eficacia, de la productividad, seca el corazón del hombre.
Cuando vemos a los hombres como higueras que no producen higos, los despreciamos.
Tantos «higos» produces, tanto vales…
No nos importaría cortarlos.
Ser hombre y no amar es como ser higuera y no dar higos…
Pero ser hombre y no amar también es estar dispuesto a cortar la higuera que no da fruto.
¿Te preguntas alguna vez por qué no hay fruto en una vida?
Lo más estéril de la vida es encontrar a personas que no aman…
Pero también lo es encontrar a personas no amadas…
Hombres y mujeres de mejillas frías y ásperas…
De ojos que miran pero no ven…
De palabras estereotipadas…
De rostros maquillados de soledad.
Recuerda que los frutos de tu vida salen de tu interior, pero el exterior también tiene algo que aportar:
El clima no hace la fruta, pero ayuda a que madure…
Conocer los ciclos de la vida y los ciclos del alma nos ayudará a no pedir «peras al olmo» ni «higos en el mes de enero».
Ahora bien, el Señor no es como el dueño de la higuera de la parábola de Jesús.
Su paciencia brota de su propio corazón, de su comunión con la tierra, es decir, con el hombre y con el ritmo de las estaciones que Él mismo ha creado.
Dios sabe muy bien que sólo el sol y el lento madurar sazonan las cosechas de la vida.
Dios sabe que si reímos, el mundo ríe con nosotros…
Que si lloramos, generalmente lloramos a solas…
Y que si cantamos, el eco nos responde…
Y si suspiramos, el aire se pierde en el aire…
Pero si somos pacientes, vamos a ver la realización de muchos anhelos de nuestra alma.
Olvidamos frecuentemente que la paciencia es fruto del Espíritu Santo…
Que el Espíritu Santo es Dios…
Que Dios es amor…
Que la paciencia es la ciencia de la paz…
Y que la paz es herencia de Jesucristo: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo» (Juan 14:27).
El agua blanda horada la roca dura…
El furor de la insensatez suele conducir al fracaso.
El corredor de fondo se nutre de fortaleza…
Y la fortaleza es la capacidad creativa y la resistencia interior…
No hay que confundirla con la resignación ni con la dureza.
Dios conoce nuestras debilidades…
No espera «higos en el mes de enero».
El Señor sabe perfectamente que a veces nos seduce la oscuridad, y nuestro corazón se empapa de miedos, de egoísmos y deslealtades…
Como si viviéramos en dos polos: La fortaleza y la debilidad.
El Señor nos invita a beber de la fuente de la fortaleza de su Espíritu…
A sentir la seguridad y el sosiego del corazón perdonado…
Cuando nuestro corazón reposa en el Señor Jesucristo, gozamos de la acción bien hecha, de la respuesta generosa, del bienestar indescriptible…
El Espíritu Santo está siempre dispuesto a echar su «estiércol», a abonar la tierra, hasta que la higuera de nuestra vida dé el fruto esperado…
Y nadie puede poner coto al amor de Dios, a su paciencia infinita, a su capacidad para amar, para perdonar agravios y empezar de nuevo.
La vida está llena de segundas oportunidades…
Pero la religiosidad mal entendida suele negar al otro la oportunidad de reemprender el camino, de empezar de nuevo, de darse la vuelta y optar por una ruta mejor…
No neguemos a los otros la oportunidad que el Señor nos ha concedido y concede a nosotros.
El Señor nos otorga este año 2002 como una preciosa oportunidad para que demos fruto del arrepentimiento y la fe con que Él nos abona…
El Espíritu Santo está cavando en la tierra de nuestra vida, y derramando el estiércol divino, el
abono del amor y la misericordia de lo Alto, para que demos fruto y fruto abundante.
El Señor ha preparado delante de nosotros un año de actos de bondad que no serán en vano…
Vamos a toparnos con miles de oportunidades para dar palabras de consuelo, miradas llenas de cariño, sonrisas de ternura, besos limpios y caricias puras…
El abono del Espíritu Santo en la tierra cavada de nuestra vida va a ensanchar nuestro corazón…
Porque un hombre o una mujer es tan grande como el corazón que tiene…
Tanto vales cuanto amas…
El amor que se da se multiplica…
Si quieres conocer a Dios, ama…
Si quieres que tu fruto sea abundante, ama con el amor con que el Señor te ama a ti…
No mires a otro lado cuando pases delante del necesitado, y comprobarás que brotan los higos en tus ramas… y en las suyas…
No desprecies a nadie, por lastimoso que sea su estado, ni juzgues por qué llegó a tal situación, y verás cómo tus ramas secas reverdecen y hacen acto de presencia los brotes tiernos…
Suele faltar fruto por causa de nuestra indiferencia ante los problemas de los demás…
Podremos curarnos de muchos complejos necios si nos dedicamos a secar lágrimas, compartir sonrisas y aliviar penas…
Sólo entonces dejarás de pensar que estás viviendo en vano…
Con higos o sin ellos, cada hombre y mujer es reflejo de lo divino…
Estamos hechos con semilla del cielo…
Tú, como cada persona, eres un ser único, irrepetible e insustituible…
Y recuerda que el sol no necesita apagar las estrellas para mostrar todo el resplandor de su luz…
Tiende la mano siempre al que cae, y te contagiarás de la luz de Jesucristo.
No esperes a que te pregunten por el amor de Dios…
Sal tú al encuentro de los enfermos por falta de amor…
¿O acaso no sabes que el pecado no es nada más que el desamor?
Juan Crisóstomo decía que «nada nos asemeja más a Dios que el estar siempre dispuestos a perdonar»…
¿Por qué?
Porque «perdonar» es el oficio de Dios.
La higuera de nuestra vida se va a superpoblar de fruto en la medida en que hagamos sitio para otros en nuestro hogar, en nuestro corazón.
¿No es maravilloso pensar que el Señor nos concede un nuevo año para madurar y dar fruto?
Os animo y exhorto, amados hermanos, a que cubramos nuestra vida con el manto de la indulgencia, porque de lo contrario caeríamos en la injusticia…
Os animo y exhorto a que nuestra gratitud no se quede en el don recibido, sino que recorra el camino hacia el amor dispensado…
Porque la gratitud supone siempre la existencia de alguien que no sólo da, sino que se da…
No nos va a faltar el maná de mañana, de modo que no hay por qué afanarse…
Van a brotar muchos higos en nuestras ramas…
Sólo que no pongamos el amor en las estrellas… porque están muy lejos…
Hay muchas higueras mucho más cercanas que los astros…
Y están esperando también que se les conceda otra oportunidad para dar fruto.
Amén.