La tiranía de los lugares geográficos
Por Pr. Donald Stuckless
Dios nos ha librado de la tiranía de tener que desplazarnos a un determinado lugar de adoración para comunicarnos con Él. El Señor ha puesto su Espíritu en nosotros, de manera que, dondequiera que nos hallemos, podamos tener acceso instantáneo a Él.
Bajo el Antiguo Pacto, el Arca de la Alianza era el símbolo de la presencia de Dios. Después, el Templo de Salomón sería el lugar sagrado. Había que realizar una peregrinación anual. Después de la destrucción del Templo, se establecieron diferentes lugares de culto. Sin embargo, en el Nuevo Testamento Dios envió su Espíritu para morar en nosotros y convertirnos en morada de Dios. El Señor nos concedió acceso instantáneo. “Y aquel Verbo fue hecho carne y habitó entre (en) nosotros.” (Juan 1:14). Lo que solía ser “externo” fue hecho “interno”.
Aparte del placer personal y del conocimiento adquirido, no hay ningún mérito eterno en hacer peregrinajes a lugares históricos de la Cristiandad. Las peregrinaciones a la Calle Azusa , Topeka, en Kansas, Hot Spings, en Arkansas, o incluso al propio Israel, no son de valor eterno cuando todo ha sido dicho y hecho. Visitar la tumba de Praying Hyde (como yo mismo he hecho) o de Kathryn Kulmann (como otros han realizado), aparte de la inspiración personal que suponen esas visitas, no nos aportan nada a la luz de la eternidad. Pero sí lo hace Cristo en nosotros, la Esperanza de Gloria.