Nº 1.797 – 9 de Diciembre de 2019
Yo no puedo juzgar quién es hijo de Dios y quién no lo es. Como Dios es el Creador, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Señor es Padre de todos los hombres y más allá, Padre de todas las criaturas tanto animadas como inanimadas. Respiren o no, todo cuanto existe ha sido hecho por la mano amorosa de Dios. Los seres humanos (Adán) somos criaturas de Dios y por tanto hijos de Dios: Lucas 3:21 “… hijo de Adán, hijo de Dios.” Pero también los animales, los seres vivos y los cuerpos celestes, son criaturas de Dios y por tanto hermanos nuestros. Queda claro que, por creación, todos somos hijos de Dios, hijos de un mismo Padre, hijos de un solo Dios y Creador.
De esta manera, yo puedo llamar hermano a cualquier ser humano de la Tierra y cualquier criatura del Universo. Los ángeles del cielo también son nuestros hermanos. Y si hay vida en otros planetas, aquellos también son hijos de Dios y nuestros hermanos.
El amor de Dios por sus criaturas no cambia y es igual para todos, por cuanto Dios no hace acepción de personas. Por eso, yo tampoco hago acepción de personas y veo a todos mis congéneres como hermanos.
Si van a ser salvos o no, las personas que me rodean, no me corresponde a mí decirlo. Yo no voy a enviar a nadie a la vida eterna ni a la muerte segunda. Esa obra sólo le corresponde al Justo Juez que es el Señor. A mí me corresponde solamente dejar ver al Cristo que habita en mí por Su Santo Espíritu. Lo demás es obra del Señor.
De Él es toda la gloria y el poder.
Amén.
Mucho amor
Pastor Antonio Martín Salado